In Manual para Divorciados

Si lo que no es igual no es ventaja, y si hemos avanzado algo en esta sociedad, no es precisamente en aceptar las grandes diferencias de edad entre parejas. Siempre existen sus dudas sobre si existe el verdadero amor en este tipo de relaciones, siendo más ventajosa socialmente la ecuación de que sea el hombre mucho mayor que la mujer.

Recientemente leí que el sociólogo español Martín Segrera afirmaba que la inserción de la mujer en el mundo laboral en las últimas décadas había acortado la essay-smart.com distancia de edad entre los cónyuges ubicándose en un promedio actual de apenas unos años menor que el hombre. Sin embargo, según el mismo investigador, la tendencia en el futuro próximo es que las parejas tengan una diferencia de edad entre 10 y 20 años, sin importar quien sea mayor. Entre los beneficios que señala están que revitaliza, eleva la autoestima y ampliamos el panorama con el intercambio de experiencias generacionales.

Pero el EssayswebBased tratamiento del tema, tiene varias vertientes. Una de connotaciones sicológicas, donde según los especialistas, la escogencia de parejas con una gran diferencia de edad se debe a necesidades primarias no resueltas. Por ejemplo, mujeres que han tenido ausencia paterna importante durante su infancia tienden a buscar hombres mayores que les den protección y seguridad. ¿Llegó Papá? Por su parte, hombres que buscan mujeres mayores se les asocia con el Complejo de Edipo, donde buscan el cuido materno que no recibieron cuando pequeños. ¿Llegó Mamá?

Si analizamos desde esta óptica el caso de los hombres maduros con mujeres jóvenes, deducimos que éstas se sienten impactadas con la personalidad, sabiduría y poder de un hombre con experiencia, mientras él se rejuvenece con su energía, elevando su autoestima. Este tipo de relación es el más común, más aceptado socialmente y más envidiado. No obstante, cuando se trata de la mujer con un hombre joven, la sociedad no se muestra tan benévola y la avalancha de críticas la hace sentir avergonzada frente a sus hijos, su familia y su entorno en general. Sin embargo, aun con esta resistencia a la paridad de derechos sociales, el número de mujeres con hombres más jóvenes crece anualmente. ¡Pa que sepan!

En cualquiera de los casos con grandes diferencias de edad, las parejas buscan formas inconscientes para adaptarse y acoplarse al otro. Un caso típico es ver como la joven se matroniza o él se vuelve todo un “don”. Ocurre, también a la inversa, que la joven o el joven “arrastre” al mayor a su territorio, renovando desde corte y tinte de pelo (canas off), modernizando su forma de vestir (botándole sus pantalones de pinzas, camisillas, etc), su repertorio musical (actualizándolo con música electrónica) y envolviéndole en su grupo de amigos donde por desgracia, por más que se afane, a todos se les “zafará” decirle “don o doña” y “usted”.

Ahora viene el punto de vista de los escépticos, los que completan la frase con necesidades económicas no resueltas. Los que piensan que el sex appeal no es más que un check appeal. Se preguntan que si el amor existe tan puramente porque no se dan los casos donde la pareja mayor sea pobre y la pareja joven sea rica? Usted se imagina una joven graciosa y con billetes detrás del viejo pulpero de la esquina? Si existe algún caso, solo servirá para confirmar la regla.

Este grupo se inclina a que el éxito de las parejas está en la búsqueda de afinidades ya que la relaciones basadas en convenientes intercambios son transitorias. El paternalismo o maternalismo tiende a envolver en una camisa de fuerza a la parte menor, quién tarde o temprano querrá tener a su lado a alguien más joven, ya que la sexualidad juega un papel importante y la edad trae consigo consecuencias físicas inevitables. Estadísticamente son pocas las parejas las que llegan a envejecer juntas.

Finalmente, lo único importante es la felicidad de quienes están inmersos en ella y que nadie salga perjudicado. El éxito o el fracaso está determinado por la adaptación de ambas partes a las vivencias, necesidades y experiencias del otro, sin la obligación de perder sus propias libertades. Así se lleven un año o unas décadas.

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